Una semana llevo concentrado con la Selección Española de Atletismo para Ciegos en la bonita localidad de Punta Umbría. El tiempo no acompaña, pocos son los ratos de sol que podemos disfrutar. La semana Santa ha querido traernos esas lluvias que tanta falta nos hacen.
Las instalaciones que nos ofrece esta ciudad, son magníficas para la práctica del atletismo. Tenemos un espectacular circuito, donde se celebró el último Mundial de Cross, está perfecto. Aún lo conservan en las mejores condiciones, es una auténtica alfombra con pequeñas subidas y bajadas y muy rápido, a pesar de todo. El circuito comienza y acaba en la misma pista de atletismo.
Yo nunca corro en circuito de cross, siempre buscamos terrenos favorables, lo más llanos posible y sin baches que nos traigan disgustos inesperados, pero el primer día, nada más llegar me metí en el circuito con la alegría que da pensar en ponerse a hacer algo que, en teoría, para ti no es posible. Los primeros 1975 metros me sirven para hacerme una idea del terreno y en la segunda vuelta ya soy capaz de saber dónde está ese repecho con el que tropecé, dónde está la pilla que pisé, y que siempre acabo pisando en cada vuelta, y además ya tengo fijado el terreno dónde puedo, sin miedo alguno, ampliar la zancada.
Me lo imagino como una alfombra verde, con ese verde que queda tras las lluvias, la hierba es algo alta, pero compacta. La humedad es bastante elevada y los rayos de sol que se cuelan entre las nubes, templan el ambiente, haciendo que se desprendan todos los olores que dejan las lluvias de primavera. Huele a hierba fresca, como el césped recién cortado, también huele a mar. Pasamos cerca de la playa e imagino el contraste del verdor del camino y al fondo el azul marino cortado por las incansables olas que en su último aliento lloran desconsoladas su blanca sal para morir en a los pies de la dulce arena.
Poco a poco vamos cogiendo ritmo y con el paso de los kilómetros voy ganando confianza. Corro seguro junto a mi guía, los hermanos Ávila, el gran Alberto y el increíble Pousa. De repente, Oriol se pone a mi izquierda y suelta el agarre, Ignacio va a mi izquierda y por detrás su hermano Abel y los demás. ¡No me lo puedo creer!, ¡voy corriendo sólo! Me siento libre y recuerdo al momento los días en los que corría por la Portiña, el pantano que está cerca de mi casa. De pronto, me viene a la cabeza el día en que tuve el accidente que me hizo perder la vista, casi se me caen las lágrimas, pero de felicidad.
Sólo recordar ahora mismo el momento de libertad que viví, hace que me emocione. Gracias Oriol, no sabes lo feliz que me has hecho, el gesto que tuviste al dejarme correr sólo lo guardaré para toda la vida. Ha sido un momento maravilloso, me he vuelto a sentir libre corriendo, he vuelto a notar como variaban los apoyos al correr y juraría que lo hice cómo cuando veía. Este entreno me alimenta más que cualquier otro que haya hecho nunca, supone por un instante la confianza de pisar e impulsarse sintiendo como tu cadera hace que te estires hacia delante sin tener que ir con la esclavitud de ir siempre enganchado de la mano de tu compañero.
Ahora siento de nuevo lo difícil que es correr ciego. Siempre dices que ya estas acostumbrado y realmente es así, pero sólo en este instante eres consciente del gran esfuerzo que realizas para llegar hasta ahí.
En fin, la concentración espectacular, los entrenos muy buenos y los compañeros para quitarse el sombrero.
¡El camino a Londres ha comenzado!
martes, 10 de abril de 2012
lunes, 27 de febrero de 2012
Entrando en pista
Una semana sí y otra no. Esta es la fórmula de entrenamiento que llevamos Oriol, mi guía, y yo. Cada quince días baja desde Barcelona a Talavera con la intención de sacarme el máximo rendimiento en los cuatro días que pasa en mi casa. Esta semana el viaje no ha sido todo lo fructífero que esperábamos, pues me ha venido a visitar la gripe y no puedo hacer más que intentar recuperarme.
Ahora subiré yo a Barcelona y tendremos quince días de entrenamiento intensivo, con el permiso pertinente del maldito virus. Las cosas son así, no sólo has de contar con entrenar y cuidarte al máximo, sino que además hay que tener algo de suerte para evitar caer enfermo o lo que es peor, lesionado. Es la dureza de este deporte y forma parte de las variables que debes manejar.
Hace quince días que tocamos la pista por primera vez. Teníamos que hacer 3x1200 m. e ir quitando dos segundos en cada vuelta. Fue un entrenamiento bastante exigente y una buena forma de entrar en contacto con el tartám. Hacía algo de viento, pero el día estaba soleado. Los días anteriores le habíamos dado zapatilla por el camino del canal que rodea Talavera hasta la presa de Cazalegas. Se trata de una carreterilla de asfalto por dónde, en teoría, no pueden pasar los coches. El trayecto es ideal para hacer kilómetros, casi en línea recta, con la ribera del canal siempre a uno de los lados y durante todo el recorrido los arboles que nos acompañan protegiéndonos, en verano, del sol y, en invierno, del viento que nos pueda venir de costado, porque cuando sopla, el canal hace una especie de pasillo y si toca de cara es imposible ir a ritmo.
Por el asfalto y en línea recta voy como los ángeles, disfruto mucho y ampliamos zancada sin problemas, hasta el punto de que en más de una ocasión tenemos que frenarnos porque nos pasamos de ritmo. Pero amigos, la primera vez que volví a tocar pista... ¡madre mía!, me faltó pedir un flotador, qué manera de hundirme. “¡Por el amor de Dios, Oriol que me muero!”, le decía mientras el tiraba de mí y me animaba a seguir dándolo todo. Aún así, con un sufrimiento agónico, que es el que cuenta y es el que has de entrenar, nos salió un buen entreno.
Ahora toca recuperarse de esta gripe y afinar en las pistas de Manresa.
Ahora subiré yo a Barcelona y tendremos quince días de entrenamiento intensivo, con el permiso pertinente del maldito virus. Las cosas son así, no sólo has de contar con entrenar y cuidarte al máximo, sino que además hay que tener algo de suerte para evitar caer enfermo o lo que es peor, lesionado. Es la dureza de este deporte y forma parte de las variables que debes manejar.
Hace quince días que tocamos la pista por primera vez. Teníamos que hacer 3x1200 m. e ir quitando dos segundos en cada vuelta. Fue un entrenamiento bastante exigente y una buena forma de entrar en contacto con el tartám. Hacía algo de viento, pero el día estaba soleado. Los días anteriores le habíamos dado zapatilla por el camino del canal que rodea Talavera hasta la presa de Cazalegas. Se trata de una carreterilla de asfalto por dónde, en teoría, no pueden pasar los coches. El trayecto es ideal para hacer kilómetros, casi en línea recta, con la ribera del canal siempre a uno de los lados y durante todo el recorrido los arboles que nos acompañan protegiéndonos, en verano, del sol y, en invierno, del viento que nos pueda venir de costado, porque cuando sopla, el canal hace una especie de pasillo y si toca de cara es imposible ir a ritmo.
Por el asfalto y en línea recta voy como los ángeles, disfruto mucho y ampliamos zancada sin problemas, hasta el punto de que en más de una ocasión tenemos que frenarnos porque nos pasamos de ritmo. Pero amigos, la primera vez que volví a tocar pista... ¡madre mía!, me faltó pedir un flotador, qué manera de hundirme. “¡Por el amor de Dios, Oriol que me muero!”, le decía mientras el tiraba de mí y me animaba a seguir dándolo todo. Aún así, con un sufrimiento agónico, que es el que cuenta y es el que has de entrenar, nos salió un buen entreno.
Ahora toca recuperarse de esta gripe y afinar en las pistas de Manresa.
domingo, 22 de enero de 2012
Algo más que un guía
Una vez comenté en este blog cómo debe ser la figura de un guía de atletismo. Hoy dejo un ejemplo de lo que hablé en su día.
Llevo desde el mes de agosto entrenando sin la ayuda de mi querido amigo Fernando, que como muchos de vosotros sabéis está lesionado. Desde entonces ando buscando un sustituto que reúna alguna de las importantes condiciones que ha de tener: buen nivel y, sobre todo, buena persona.
Ha sido muy difícil. Cuando encontrábamos al posible candidato, nos fallaba su disponibilidad, lógicamente el trabajo, la familia o sus aspiraciones atléticas personales nos hacían desistir en el intento.
Ya empezado el mes de enero, la preocupación por no encontrar a nadie iba en aumento, pues llegan las fechas de afinar para las marcas, y no tocar pista ni competir adecuadamente es un hándicap demasiado duro de superar.
De repente, en una de estas mañanas del mes de enero, se me ocurrió una posible solución. La idea, a priori, parecía descabellada, pero algo en mi interior me decía que debía intentarlo. Se trataba, ni más ni menos, de proponérselo al chico que me ayudó a batir mi récord de España en la final de 5.000 m. del pasado Mundial de Nueva Zelanda. En ese momento, nunca habíamos corrido juntos y lo hicimos, nada más y nada menos, que en la final del Mundial. Fue un gesto, que nunca olvidaré, pues con mi otro guía lesionado él se prestó a ayudarme a la primera de cambio: Oriol Sellarés Martínez, un gran atleta de Cataluña y una gran persona.
Yo vivo en Talavera de la Reina (Toledo) y Oriol en un pueblecito de Barcelona, es decir, la distancia entre nosotros es considerable, aún así tenía que intentarlo. Cogí el teléfono y después del saludo inicial, ya se dibujaba en mí una gran sonrisa de satisfacción y alegría. La voluntad de ayudarme fue instantánea. “No te preocupes que la semana que viene bajo a Toledo, entrenamos cuatro o cinco días y hablamos para ver qué fórmula se nos ocurre para tener, al menos, dos periodos de entreno al mes.
De esto es de lo que os he hablado siempre de la figura de un guía de atletismo. ¡Increíble la suerte que tengo de encontrarme gente así!
Vamos a intentarlo, mejor dicho vamos a conseguirlo. ¡A por todas Oriol!
Llevo desde el mes de agosto entrenando sin la ayuda de mi querido amigo Fernando, que como muchos de vosotros sabéis está lesionado. Desde entonces ando buscando un sustituto que reúna alguna de las importantes condiciones que ha de tener: buen nivel y, sobre todo, buena persona.
Ha sido muy difícil. Cuando encontrábamos al posible candidato, nos fallaba su disponibilidad, lógicamente el trabajo, la familia o sus aspiraciones atléticas personales nos hacían desistir en el intento.
Ya empezado el mes de enero, la preocupación por no encontrar a nadie iba en aumento, pues llegan las fechas de afinar para las marcas, y no tocar pista ni competir adecuadamente es un hándicap demasiado duro de superar.
De repente, en una de estas mañanas del mes de enero, se me ocurrió una posible solución. La idea, a priori, parecía descabellada, pero algo en mi interior me decía que debía intentarlo. Se trataba, ni más ni menos, de proponérselo al chico que me ayudó a batir mi récord de España en la final de 5.000 m. del pasado Mundial de Nueva Zelanda. En ese momento, nunca habíamos corrido juntos y lo hicimos, nada más y nada menos, que en la final del Mundial. Fue un gesto, que nunca olvidaré, pues con mi otro guía lesionado él se prestó a ayudarme a la primera de cambio: Oriol Sellarés Martínez, un gran atleta de Cataluña y una gran persona.
Yo vivo en Talavera de la Reina (Toledo) y Oriol en un pueblecito de Barcelona, es decir, la distancia entre nosotros es considerable, aún así tenía que intentarlo. Cogí el teléfono y después del saludo inicial, ya se dibujaba en mí una gran sonrisa de satisfacción y alegría. La voluntad de ayudarme fue instantánea. “No te preocupes que la semana que viene bajo a Toledo, entrenamos cuatro o cinco días y hablamos para ver qué fórmula se nos ocurre para tener, al menos, dos periodos de entreno al mes.
De esto es de lo que os he hablado siempre de la figura de un guía de atletismo. ¡Increíble la suerte que tengo de encontrarme gente así!
Vamos a intentarlo, mejor dicho vamos a conseguirlo. ¡A por todas Oriol!
lunes, 12 de diciembre de 2011
¡Mañana corro!
Este fue mi último pensamiento antes de que el sueño hiciese presa en mí. Seguro que se dibujó una sonrisa en mi rostro y eso hizo que durmiese con la tranquilidad y el deseo de recibir al nuevo día con la ilusión con la que lo hacen los niños el Día de Reyes.
Después de muchos meses sin correr en el exterior, de repente, aparece mi buen amigo Juan Antonio y se ofrece para llevarme al Trofeo Akiles, en Madrid.
De nuevo la rutina de la competición. ¡Qué agradable sensación! Empezamos con la típica cena de pasta para que no nos falten hidratos y la acompañamos con una buena cervecita, para relajar tensiones, al tiempo que dejamos que el lúpulo nos vaya “despertando” las ganas de dormir. Como goloso soy un rato, algo de chocolate y una infusioncita para la digestión.
Cuando me quiero dar cuenta estoy con los preparativos de la mochila. La falta de costumbre hace que las cosas no salgan de forma automática y me lleve algo más de tiempo.
La noche lluviosa da paso a una mañana espectacular. Apenas hay niebla, no llueve y el intenso frío de los días anteriores parece que se ha apaciguado dejando una mañana ideal para correr. El viaje hasta Madrid transcurre entre bromas y los chistes de mi amigo que, aunque malos, nos sirven para ir tranquilos.
La Casa de Campo nos recibe con un chorreo incesante de corredores en busca de su dorsal, la acumulación de gente intentando recoger el dorsal supuso un retraso de treinta minutos. Y como no hay mal que por bien no venga, el retraso a nosotros nos vino bien para calentar algo más y charlar con algunos amigos que nos fuimos encontrando. Una amiga que nos acompañaba decidió correr la carrera de 5 km, mientras que nosotros corrimos la de 10km.
Me lo pasé bomba. Nada más empezar nos encontramos con el Cerro de Garabitas y sus cuestas que hicieron que las aglomeraciones de la salida dejaran paso a hileras de corredores luchando por llegar a la cima. Poco a poco fuimos avanzando entre frenazos inesperados, pues la gente al principio no se da cuenta de que soy ciego y se paran de repente o se cruzan sin mala intención. Al fin coronamos y el descenso es de armas tomar: muy resbaladizo para el tándem que formamos. Bajamos rápido, con precaución, pero sin soltar demasiado la zancada por si las moscas. Recuperamos bastante de lo perdido en la salida y tenemos la intención de correr más cuando el piso esté firme. A falta de 4 km se me desatan los cordones de la zapatilla izquierda y eso me impide correr más rápido en los últimos kilómetros, sobre todo en el último en el que lo suelo dar todo.
Aún así, disfruté muchísimo, corrimos bien y volví a compartir con mi amigo un montón de vivencias que siempre nos quedarán como un tesoro guardadas en el corazón. ¡Qué suerte tengo de estar rodeado de gente así!
Después de muchos meses sin correr en el exterior, de repente, aparece mi buen amigo Juan Antonio y se ofrece para llevarme al Trofeo Akiles, en Madrid.
De nuevo la rutina de la competición. ¡Qué agradable sensación! Empezamos con la típica cena de pasta para que no nos falten hidratos y la acompañamos con una buena cervecita, para relajar tensiones, al tiempo que dejamos que el lúpulo nos vaya “despertando” las ganas de dormir. Como goloso soy un rato, algo de chocolate y una infusioncita para la digestión.
Cuando me quiero dar cuenta estoy con los preparativos de la mochila. La falta de costumbre hace que las cosas no salgan de forma automática y me lleve algo más de tiempo.
La noche lluviosa da paso a una mañana espectacular. Apenas hay niebla, no llueve y el intenso frío de los días anteriores parece que se ha apaciguado dejando una mañana ideal para correr. El viaje hasta Madrid transcurre entre bromas y los chistes de mi amigo que, aunque malos, nos sirven para ir tranquilos.
La Casa de Campo nos recibe con un chorreo incesante de corredores en busca de su dorsal, la acumulación de gente intentando recoger el dorsal supuso un retraso de treinta minutos. Y como no hay mal que por bien no venga, el retraso a nosotros nos vino bien para calentar algo más y charlar con algunos amigos que nos fuimos encontrando. Una amiga que nos acompañaba decidió correr la carrera de 5 km, mientras que nosotros corrimos la de 10km.
Me lo pasé bomba. Nada más empezar nos encontramos con el Cerro de Garabitas y sus cuestas que hicieron que las aglomeraciones de la salida dejaran paso a hileras de corredores luchando por llegar a la cima. Poco a poco fuimos avanzando entre frenazos inesperados, pues la gente al principio no se da cuenta de que soy ciego y se paran de repente o se cruzan sin mala intención. Al fin coronamos y el descenso es de armas tomar: muy resbaladizo para el tándem que formamos. Bajamos rápido, con precaución, pero sin soltar demasiado la zancada por si las moscas. Recuperamos bastante de lo perdido en la salida y tenemos la intención de correr más cuando el piso esté firme. A falta de 4 km se me desatan los cordones de la zapatilla izquierda y eso me impide correr más rápido en los últimos kilómetros, sobre todo en el último en el que lo suelo dar todo.
Aún así, disfruté muchísimo, corrimos bien y volví a compartir con mi amigo un montón de vivencias que siempre nos quedarán como un tesoro guardadas en el corazón. ¡Qué suerte tengo de estar rodeado de gente así!
martes, 15 de noviembre de 2011
Buen ciclo
Bueno, se acaba mi primer ciclo de entrenamiento para la preparación de los Juegos Paralímpicos de Londres 2012. Paro unos días para retomar fuerzas y emprender de nuevo tan ardua tarea, además así permitiré recuperarse del todo a mi amigo Fernando. Me voy para Galicia donde podré disfrutar de su gastronomía y sus gentes, reponer fuerzas y llenarme el espíritu visitando al Santo Apóstol.
Ha sido un buen ciclo, entrenando desde mediados de julio y dándolo todo en la cinta de correr. Me ha servido, entre otras cosas, para adaptarme al medio fondo o al menos a la forma de entrenar la que será mi prueba en los Juegos, los 5.000 metros. He llegado a correr en tiempos muy aceptables para la marca que se me pide y eso me da esperanzas de poder seguir progresando. Puedo correr muy rápido y tengo ganas de poder demostrarlo en una pista, aunque lo importante es la ilusión y las ganas de seguir trabajando y esas no me faltan.
Tampoco podré rematar este año con la San Silvestre ni con el Campeonato Regional de Pista Cubierta. ¡Qué le vamos a hacer!
Haciendo una breve reflexión desde mi comienzo en el atletismo, solo se me ocurren pensamientos positivos. Ha sido todo muy rápido, pero la progresión ha ido en la misma línea y eso es bueno. Un Campeonato de Europa y un Mundial en menos de cuatro años, ¡es increíble lo que podemos conseguir si nos lo proponemos! Ahora a seguir trabajando, queda poco para el gran sueño y quiero que se convierta en realidad, aunque en parte ya lo es. Trabajo para ello a diario y como siempre digo, lo importante no son las medallas, que también, sino el trabajo y las vivencias que ganas en el camino para conseguirlas. Eso te enriquece como persona, te motiva y te hace ser cada vez más feliz contigo mismo y con los demás.
Construye tu futuro con tu esfuerzo y no esperes a que te lo construyan pues si lo haces será un futuro construido en el aire, sin cimientos y que al mínimo movimiento en contra se te vendrá encima y no encontrarás asideros donde agarrarte. Esto viene a colación de los tiempos que vivimos, en los que la crisis, no solo de los mercados, sino también de los valores está haciendo temblar nuestra sociedad.
Ha sido un buen ciclo, entrenando desde mediados de julio y dándolo todo en la cinta de correr. Me ha servido, entre otras cosas, para adaptarme al medio fondo o al menos a la forma de entrenar la que será mi prueba en los Juegos, los 5.000 metros. He llegado a correr en tiempos muy aceptables para la marca que se me pide y eso me da esperanzas de poder seguir progresando. Puedo correr muy rápido y tengo ganas de poder demostrarlo en una pista, aunque lo importante es la ilusión y las ganas de seguir trabajando y esas no me faltan.
Tampoco podré rematar este año con la San Silvestre ni con el Campeonato Regional de Pista Cubierta. ¡Qué le vamos a hacer!
Haciendo una breve reflexión desde mi comienzo en el atletismo, solo se me ocurren pensamientos positivos. Ha sido todo muy rápido, pero la progresión ha ido en la misma línea y eso es bueno. Un Campeonato de Europa y un Mundial en menos de cuatro años, ¡es increíble lo que podemos conseguir si nos lo proponemos! Ahora a seguir trabajando, queda poco para el gran sueño y quiero que se convierta en realidad, aunque en parte ya lo es. Trabajo para ello a diario y como siempre digo, lo importante no son las medallas, que también, sino el trabajo y las vivencias que ganas en el camino para conseguirlas. Eso te enriquece como persona, te motiva y te hace ser cada vez más feliz contigo mismo y con los demás.
Construye tu futuro con tu esfuerzo y no esperes a que te lo construyan pues si lo haces será un futuro construido en el aire, sin cimientos y que al mínimo movimiento en contra se te vendrá encima y no encontrarás asideros donde agarrarte. Esto viene a colación de los tiempos que vivimos, en los que la crisis, no solo de los mercados, sino también de los valores está haciendo temblar nuestra sociedad.
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